Este sitio utiliza cookies técnicas y de rendimiento. 
Para acceder a la información detallada sobre nuestras cookies visite la Configuración de Cookies.

 

Ya casi nadie escribe una carta a mano; el correo electrónico y las aplicaciones de mensajería instantánea han sustituido progresivamente a la carta tradicional en papel, y el buzón se ha convertido en un recipiente de publicidad, propaganda y algún que otro sobre del banco, pero poco más. Y, si ya es casi imposible recibir una carta escrita a mano de algún familiar, amigo o conocido, que esa misiva esté escrita en latín es, directamente, ciencia ficción. 

Excepto si eres alumno de 4º de la ESO o 1º de Bachillerato de alguno de los colegios que participan en un proyecto llamado Commercium Epistularum, que consiste en intercambiar con otros centros cartas escritas a mano y en latín. En esta iniciativa, que busca acercar esta lengua clásica a los estudiantes de Secundaria de forma activa, participa desde el curso pasado el colegio El Armelar de Valencia, y su acogida ha sido tal que, en apenas un año, han pasado de una decena a un centenar de centros repartidos por toda España. 

“El curso pasado, hablando con unos compañeros de Murcia y Extremadura, me comentaron que se les había ocurrido realizar un proyecto epistolar en latín, y quise formar parte” cuenta Ana María Gonzálvez, profesora de latín del colegio El Armelar. “Formo parte de un grupo de locos profesores que queremos enseñar el latín de forma viva y activa, nada que ver con el latín que recibimos hace años en las clases. Acercamos a los alumnos la cultura y la lengua latina de una manera totalmente atractiva y un poco más acorde a lo que ellos están viviendo”. 

El proyecto epistolar encaja perfectamente con lo que esta profesora de El Armelar persigue en sus clases, que es una implicación más directa de su alumnado, que ha acogido Commercium Epistularum con mucho entusiasmo. No en vano, no solo practican la caligrafía y ponen en práctica sus conocimientos en latín con lo que van aprendiendo en clase, sino que están en contacto con otros chicos y chicas de su edad a cientos de kilómetros de distancia y que jamás habrían tenido la oportunidad de conocer. 

En concreto, los 17 alumnos de El Armelar que participan en el proyecto se cartean con otros tantos del IES Alba Plata de Fuente de Cantos de Valencia del Ventoso, en la provincia extremeña de Badajoz. Ana María Gonzálvez y su homóloga de este instituto público, mantienen una comunicación directa para coordinar los envíos, que en el curso actual constarán de cuatro en total, habiendo enviado ya la primera de ellas, una postal de presentación en la que cada estudiante, de forma sencilla, escribió su nombre, explicando dónde vivía y saludando a la otra persona a la espera de recibir su contestación. 

Hechas las presentaciones, el resto de las cartas se escriben conforme van avanzando en vocabulario, añadiendo algunos verbos y adjetivos que les permitan añadir una descripción de ellos como su color de pelo o sus aficiones. Según vaya avanzando el curso, cada postal será más elaborada y contará con un vocabulario más rico que la anterior, de forma que se podrá apreciar una evolución en el conocimiento y uso del latín de los alumnos, que además disfrutan con el hecho de escribir de su puño y letra cada misiva, acostumbrados al uso de los teléfonos móviles, las tablets o los ordenadores.

“A los chavales les encanta poder recibir algo en la mano, hacerlo a mano, y de ver que otros chicos, igual que ellos, también lo hacen a mano y además en latín” explica Ana María, que además reconoce que uno de los objetivos del proyecto es “que no pierdan el placer por la caligrafía y la escritura porque es algo muy bonito”. 

La importancia de aprender latín es nuestros días

Es habitual escuchar aquello de que el latín es “una lengua muerta” y que su estudio es una pérdida de tiempo, pues no va a tener una utilidad real en la vida de los estudiantes ni les va a servir para encontrar trabajo. Sin embargo, la importancia de esta lengua llega hasta nuestros días: el español, el francés, el italiano, el portugués, el rumano o el catalán, son lo que se llaman lenguas romances, es decir, que derivan o son una evolución del latín. Eso, sin contar el legado cultural que los romanos nos dejaron como el derecho, la arquitectura o la ingeniería.

“Todos los alumnos que han pasado por mi clase saben que eso de lengua muerta lo tienen que desterrar” dice Ana María Gonzálvez, convencida de que no solo es bueno conocer las lenguas clásicas, sino que es “fundamental” y que “objetivamente es importantísimo seguir con ellas, entre otras cosas porque ayuda a la estructuración mental al tener que aprender una lengua tan sistemática con el tema de las declinaciones. Esto permite, además, aprender con mayor facilidad idiomas actuales como el alemán, el croata, el rumano o el euskera, que también declinan. Y este conocimiento abre una puerta muy grande para el día de mañana y que les va a venir muy bien en el futuro”. 

Y qué mejor forma que acercarse al latín de manera activa, tal y como esta docente enseña esta lengua sus alumnos, haciendo que las clases sean amenas y participativas, en las que aprenden los saludos, a describir a la propia familia, su casa o a los amigos; sin olvidar la importancia de los números, los meses, los días de la semana que conectan con la astrología, etc. Además, también les acerca la cultura a través de textos sencillos como el mito de Eneas o la fundación de Roma, que van entendiendo “sin necesidad de traducir o buscar las palabras en el diccionario”. También organiza excursiones a Sagunto y les explica el origen de su propia ciudad, Valencia, “una ciudad bimilenaria” de la que muchos desconocen su historia y que “les encanta”. 

Porque que no utilicemos el latín en nuestra vida cotidiana no significa que sus ramificaciones y legado no llegue hasta nuestros días, y es que tal y como asegura la profesora Gonzálvez, “no sabemos dónde estaríamos como sociedad si no tuviéramos esa herencia”.